
Historia
Orígenes
El origen de la viña es remoto. Se sabe que existía en el Terciario y que durante las glaciaciones la planta subsistió refugiada en algunos cálidos valles de la región comprendida entre el Himalaya y el Cáucaso. Desde allí, cuando las temperaturas se su avizaron, viajó hacia Europa, propagándose por ambas costas mediteráneas. Algunos autores afirman que su cultivo comenzó en el Transcáucaso, por tierras de las actuales Georgia y Arzebaiyán. Allí, hace miles de años, existía el vocablo voino del que pudo derivar nuestra palabra vino.
En la tumba de un faraón muerto hace unos 4.000 años, apareció la estatuilla de un esclavo sirviéndole vino para hacer más grato su último viaje.
Lo cierto y verdadero es que el vino nunca ha sido un producto agrícola vulgar. Buena prueba de ello es que su degustación se divinizó en todas las culturas e introdujo, por la puerta grande, en sus ritos religiosos. Desde Shiva -que según Alain Daniélou fue adorado incluso en la Europa atlántica- hasta el cristianismo, pasando por la larga lista de Osiris, Dionisos, Baco y otros dioses más lejanos, el vino ha ocupado siempre un lugar destacado en la mitología, en la taumaturgia y la cotidianidad del hombre.
El sur español ha sido siempre cerealista, oleícola y vinatero. Sin contar con envases idóneos no podía almacenarse ni el aceite ni el vino y, en este último caso, ni siquiera podía fermentarse el zumo de la uva. Se sabe que la alfarería cordobesa data del Neolítico y que a finales de este periodo, en el III milenio, comenzó tímidamente la metalurgia. Puede asegurarse, por tanto, que Andalucía ha contado desde los tiempos más remotos, con innumerables hornos que no solo cocían el barro; también fundían metales, cobre, estaño, plata, oro, que los artesanos convertían luego en diversos


Época romana
Cuenta Plinio que los habitantes de la Bética empleaban la resina para aromatizar y conservar los vinos -práctica enológica todavía utilizada en Grecia, donde la savia de pino se ha usado desde tiempo inmemorial- y cuenta también el historiador latino que los reyes tartesos de la dinastía de los Argantonio guardaban sus vinos en toneles de plata.
Está demostrada, por restos arqueológicos, la fundación íbera de Montilla y la antigüedad allí del cultivo de la vid.
Cuenta Plinio que los habitantes de la Bética empleaban la resina para aromatizar y conservar los vinos -práctica enológica todavía utilizada en Grecia, donde la savia de pino se ha usado desde tiempo inmemorial- y cuenta también el historiador latino que los reyes tartesos de la dinastía de los Argantonio guardaban sus vinos en toneles de plata.

Está demostrada, por restos arqueológicos, la fundación íbera de Montilla y la antigüedad allí del cultivo de la vid. Tan así es que, recientemente, han aparecido unas pepitas de uva, de viníferas, en las excavaciones que se están realizando en el castillo. Según los expertos datan del siglo VIII o IX a C. Abundando en lo dicho, José Ponferrada da fe de la aparición, en una finca propiedad del Conde de la Cortina, situada en el famoso pago de Riofrío de la Sierra de Montilla, de una antiquísima terracota que representa a un vendimiador, resto arqueológico cuyo origen es anterior a la era cristiana. Estos hallazgos son frecuentes en la mayoría de los pueblos que hoy integran la denominación de origen, abundando en las proximidades de Montemayor. El pretor Lucio Marcio entró en Córdoba unos doscientos años antes de nuestra Era y, cómo no, debió beber en abundancia el vino de la tierra. Satisfecho, luego lo llevaría a Roma, iniciándose así un comercio que duraría siglos.
En este sentido, Pauline & Sheidon Wasserman en su Guide to Fortified Wines (página 125-IV): "By the third and second centuries B.C., when Spain - or Iberia- was part of the Roman Empire, the wines of this region were well know." ("Al llegar el siglo II a. de C., cuando España llegó a formar parte del imperio romano, los vinos de esta región eran bien conocidos").
Las vides debían cultivarse en las estribaciones de la Sierra para abastecer a sus cada vez más numerosos habitantes, sobre todo a partir de la llegada del General Claudio Marcelo (169 a. C.) y, posteriormente, al ser designada Córdoba Colonia Patricia y capital de la Bética.
Ánforas romanas
Hace 2.000 años, la Bética era la primera productora de vino y aceite de aquél mundo, productos que exportaba en ánforas, bajo severos controles aduaneros, a Roma y al resto de Europa. Entonces, no sólo se cultivaba la variedad de uva llamada Cocolobis, citada por Plinio: una inscripción del Corpus de Hübner hace referencia a la plantación en la Bética de cepas procedentes de Falerno. Al respecto, habla Thouvenot de dos armadores narbonenses, a los que llama mercatores cordubensis, que se dedicaban, Guadalquivir abajo, a la exportación de aceites y caldos cordobeses a todo el Imperio.
Mosaico de Baco
En el actual Alcázar de los Reyes Cristianos se ubicaba la aduana desde la que partía, documentada, la deliciosa mercancía que era traspasada a barcos de mayor registro en aguas más profundas, probablemente en las proximidades de Sevilla. Llevarlas a lomos de caballerías o en carreta sería económicamente prohibitivo. Valga la anécdota.

Las vides debían cultivarse en las estribaciones de la Sierra para abastecer a sus cada vez más numerosos habitantes, sobre todo a partir de la llegada del General Claudio Marcelo (169 a. C.) y, posteriormente, al ser designada Córdoba Colonia Patricia y capital de la Bética.
Ánforas romanas
Hace 2.000 años, la Bética era la primera productora de vino y aceite de aquél mundo, productos que exportaba en ánforas, bajo severos controles aduaneros, a Roma y al resto de Europa. Entonces, no sólo se cultivaba la variedad de uva llamada Cocolobis, citada por Plinio: una inscripción del Corpus de Hübner hace referencia a la plantación en la Bética de cepas procedentes de Falerno. Al respecto, habla Thouvenot de dos armadores narbonenses, a los que llama mercatores cordubensis, que se dedicaban, Guadalquivir abajo, a la exportación de aceites y caldos cordobeses a todo el Imperio.
Mosaico de Baco
En el actual Alcázar de los Reyes Cristianos se ubicaba la aduana desde la que partía, documentada, la deliciosa mercancía que era traspasada a barcos de mayor registro en aguas más profundas, probablemente en las proximidades de Sevilla. Llevarlas a lomos de caballerías o en carreta sería económicamente prohibitivo. Valga la anécdota.
Puede afirmarse, como sugiere José Ponferrada, que Séneca abastecía su casa romana, entre otros, con vinos procedentes de sus viñedos de Montilla. Dan fe de lo dicho los restos de cerámica cordobesa encontrados en el conocido Monte Testaccio de Roma que, en su primitiva forma, sirvieron para llevar hasta la capital del imperio el aceite y el vino. No debe olvidarse que en el exterior de algunas vasijas, grabado en el barro, aún puede leerse el nombre del expedidor, del destinatario y su contenido.
En el ámbito artístico, durante los siglos de dominación romana, en toda la Bética, y especialmente en Córdoba, colonia patricia, capital y cabeza de la Hispania Ulterior, los escultores y decoradores utilizaron frecuentemente en sus obras motivos relacionados con la vid y el vino. El mosaico reproducido en esta página, encontrado en la calle de la Bodega en el año 1929, da fe de lo dicho.

Dominación árabe
Durante la dominación árabe, aunque parezca extraño al lector, el vino brilló con todo su esplendor y fue musa poética y literaria.
Bodegas Carbonell
Sánchez Albornoz, en sus Ensayos sobre historia de España, así lo afirma: "El fruto de la uva placía por igual al pueblo y a los magnates, era gustado con placer por califas y príncipes, lo cantaban sin misterio los poetas, embriagaba por doquier, incluso en el alcázar califal, a quienes lo frecuentaban con exceso, y hasta conseguía mover a benevolencia a los jueces o cadíes, encargados de condenar a los borrachos”.

No puede olvidarse que la gran mayoría de la población seguía siendo puramente andaluza, cordobesa en nuestro caso, y que sus costumbres y tradiciones nunca fueron suplantadas aunque, en ocasiones, tuviesen que recurrir a argucias como la fatua, especie de bula que debían adquirir los creyentes musulmanes para poder beber, sin pecar, el vino que los médicos les recetaban como medicamento, hecho más que frecuente dadas las probadas virtudes terapéuticas que tienen los caldos cordobeses para combatir las enfermedades del cuerpo y del espíritu. Pero los abusos debían ser frecuentes. Por ello, el califa Abubéker fijó un severo y cruel castigo para los que transgredían la ley coránica en materia tan fácil de detectar como lo es el consumo del vino.
Ochenta azotes caían, o debían caer, sobre la espalda de los transgresores cogidos in fraganti pero, es cierto que antes de morir, entendiendo que la pena era desproporcionada, manifestó públicamente su repulsa a tan bárbara disciplina.
El cadí cordobés Umar ben Umar dictó normas de moderación para evitar que la ley tuviese que ser aplicada: "que el vino no se beba la razón del que lo bebe".
En el zoco hispalense se realizaban transacciones de todo tipo de productos agrícolas, de igual manera que la administración califal de Alhaken I, en Córdoba, controlaba el mercado de vinos.
Bodegas Moreno
Mal se debieron poner las cosas cuando, más tarde, Alhaken II ordenó arrancar dos tercios del viñedo cordobés, allá por el año 966, gritando al pueblo: "ven a rezar borracho". Lo arrancado se repuso y alguna parcela volvió a ser arrasada, la última vez por Boabdil, en 1483, que atacó los viñedos de los ruedos de Montilla como si de guerreros de las huestes de Gonzalo Fernández de Córdoba se trataran.

Sin embargo, como decía Cervantes, el moro tenía gran predilección por las pasas; quizá por este motivo gastronómico, y esperando una rectificación religiosa que aboliera la ley seca, los musulmanes no descuajaron todos los viñedos.
Mientras los poetas arábigo-andaluces dedicaban al vino sus más deliciosos versos, los agricultores e investigadores debieron mejorar su calidad estudiando la manera ideal de cultivar las viñas y de elaborar y envejecer sus caldos, estudios que quedaron plasmados en diversas enciclopedias.
Tienda de Vinos Juanito